La inflamación es
una reacción local del tejido vascularizado frente
a un agente injuriante que provoca daño tisular.
Los componentes de la respuesta inflamatoria son la microcirculación,
las células sanguíneas, el plasma y células
del tejido conectivo. Su misión es localizar, eliminar
o en su defecto aislar al agente injuriante y tejido dañado,
permitiendo la posterior reparación por mecanismos
regenerativos o cicatrizales.
En la inflamacion aguda, al producirse daño tisular,
la microcirculación (A) sufre una serie de cambios
que incluyen vasodilatación y apertura de capilares
no funcionantes (B). Esta vasodilatación tiene como
consecuencia un aumento del aporte sanguíneo o hiperemia
que se traduce en los signos rubor y calor. Además
se produce una disminución de la velocidad sanguínea
la que invierte el flujo axial normal de la sangre permitiendo
el acercamiento de los leucocitos a las células endoteliales
(1).
El aumento en la presión hidrostática intravascular
y el aumento de la permeabilidad vascular venular permiten
la salida de plasma y células al intersticio (2).
Las células migran hacia el agente injuriante atraídas
por factores quimiotácticos de origen endógeno
o bacteriano. Los polimorfonucleares neutrófilos
(3) y macrófagos (4) fagocitan al agente injuriante,
labor que aumenta en eficiencia debido a la presencia de
opsoninas que recubren a las partículas que van a
ser fagocitadas. Los cambios descritos son consecuencia
de la acción de mediadores químicos de la
inflamación. Estos pueden tener su origen en células
cebadas (5), macrófagos (4) y células endoteliales
(6) entre otros. Los mediadores de origen plasmático
inician su activación a raíz del contacto
del factor XII de la coagulación con membrana basal
y colágeno debido al daño tisular y al aumento
de la permeabilidad venular.
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