Características de la inmunidad adaptativa

 
 

La respuesta inmune adaptativa está a cargo de un sistema especializado de células, el sistema linfoepitelial y linforeticular, que conforman órganos linfoides centrales y periféricos respectivamente. La inmunocompetencia aparece tardíamente en la ontogenia y filogenia.
Las principales características de la respuesta inmune adaptativa son la especificidad (A) y la memoria inmunológica (B). La especificidad se basa en la existencia de un amplio repertorio de receptores presentes en linfocitos (circulo izquierda) los que son capaces de reconocer particularmente regiones moleculares de estructuras propias y ajenas denominadas genéricamente epitopos o determinantes antigénicos (centro). Tal es así, que el sistema inmune puede discriminar entre alrededor de 109 determinantes antigénicos diferentes (circulo derecha). La especificidad se pone de manifiesto cuando los epitopos son reconocidos por linfocitos T y B durante la induccción y durante la fase efectora de la respuesta inmune.
A través del reconocimiento específico, el sistema inmune discrimina entre antígenos propios y no propios, manteniendo de esta manera la constancia macromolecular del individuo.
La respuesta inmune adaptativa presenta memoria, vale decir, ante un segundo o posterior contacto con un mismo antígeno, el individuo responde de una manera más rápida, vigorosa y con mayor afinidad por el antígeno que en la primera ocasión.
El sistema inmune responde frente a diversos antígenos mediante una gran variedad de mecanismos diferentes lo que le confiere la heterogeneidad que lo caracteriza.
Finalmente, la respuesta inmune es autorregulada permitiendo que su intensidad y modalidad sea acorde al estímulo antigénico que la inició.