El contacto de un determinate
antigénico con un linfocito específico para
él puede tener una de dos consecuencias: puede inducir
tolerancia (A), o bien originar una respuesta tangible consistente
en células o moléculas que interactúan
específicamente con ese antígeno (B). Cuando
un antígeno induce tolerancia se denomina tolerógeno,
cuando origina una respuesta consistente en anticuerpos
y/o células efectoras, se denomina inmunógeno.
En la tolerancia, la respuesta del linfocito es la de no
responder, esto es, cuando un linfocito tolerante se enfrenta
nuevamente al mismo antígeno que indujo la tolerancia,
pero esta vez en calidad de inmunógeno, no origina
una respuesta de anticuerpos y/o células efectoras.
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Se habla de tolerancia en dos contextos: a nivel unicelular,
es una respuesta no respuesta, a nivel del individuo, es
la falta de respuesta a antigenos propios, vale decir los
linfocitos discriminan adecuadamente entre lo ajeno, lo
propio y lo propio alterado por lo ajeno.
La tolerancia es un fenómeno de gran complejidad
y como toda respuesta inmune, es específica, transitoria
y radica en linfocitos T y B. Por lo tanto, el hecho que
se produzca tolerancia o respuesta inmunogénica a
nivel celular, depende de la interacción entre antígeno
y linfocito. La naturaleza de esta interacción está
ligada naturalmente a propiedades intrínsecas del
antígeno y del linfocito con el que está interactuando.
Tal es así, que la concentración, las propiedades
fisicoquímicas y el modo de presentación del
antígeno determinan si la respuesta que surge es
de tolerancia o se manifiesta como células y moléculas
efectoras. Por otro lado, el grado de madurez del linfocito
y la naturaleza de los mensajes químicos intercelulares,
intervienen en la decisión de responder positiva
o negativamente a un estímulo antigénico.
En concreto, la respuesta inmune que se observa en un individuo
frente a una estimulación antigénica determinada
refleja el balance entre tolerancia e inmunogenicidad.
La tolerancia a antígenos propios, normalmente presente
en nuestro organismo, se debe principalmente a la deleción
clonal (1) la cual consiste en la eliminación de
clones autorreactivos durante el proceso de maduración
linfocitaria. Dicho de otra manera, la mayoría de
los linfocitos con especificidad para antígenos propios
son eliminados antes de salir a poblar los órganos
linfáticos periféricos. Este mecanismo es
especialmente importante en relación a linfocitos
T.
Los linfocitos autorreactivos que no son eliminados por
deleción clonal o que surgen a raíz del recambio
celular normal, son mantenidos tolerantes a través
de los mecanismos involucrados en la anergia clonal, que
dependen de las propiedades de antígenos y células
linfoides (2). Así, antígenos en concentraciones
muy altas o muy bajas, en estado deagregado, con determinantes
antigénicos repetitivos entre otras condiciones,
son capaces de mantener en estado de tolerancia a los linfocitos
autorreactivos. Por otro lado, la inmadurez linfocitaria
o la ausencia de señales coestimuladoras también
conducen a un estado de tolerancia.
La tolerancia T y la tolerancia B presentan ciertas características
que las distinguen. La primera es de inicio precoz y larga
duración y se produce en presencia de concentraciones
bajas de antígeno; la segunda requiere de dosis altas
de antígeno, se produce en presencia de epitopos
repetitivos y es de corta duración. El conocimiento
de los mecanismos de inducción de ambos tipos de
tolerancia permite comprender mejor el orígen de
las enfermedades autoinmunitarias, en las cuales se pierde
la tolerancia a antigenos propios. En relación a
la auto-tolerancia T, uno de los principales mecanismos
corresponde a la deleción clonal postulada por Burnet
y Fenner en 1949. Estos autores sugirieron que el sistema
inmune aprende a discriminar entre lo propio y lo no propio
durante la ontogenia.
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Mediante este proceso se produce la
eliminación de algunos clones linfocitarios autorreactivos
durante su maduración en los órganos linfoides
centrales, timo y médula ósea. En el desarrolllo
embrionario del sistema inmune y también posteriormente,
se produce un proceso de selección positiva que asegura
la permanencia de clones linfocitarios que reconocen MHC
propio y un proceso de selección negativa que elimina
aquellos clones que reconocen MHC propio con péptido
propio con alta afinidad. Esta selección es necesaria
ya que todo individuo posee la potencialidad genética
para generar linfocitos con receptores que pueden reconocer
cualquier antígeno, propio o no propio en el contexto
de cualquier MHC, propio o no propio.
Mediante estos procesos de selección (educación
tímica) se logra la restricción del repertorio
de células linfoides T al MHC propio-péptido
propio con mediana o baja afinidad. Los linfocitos que salen
a la periferia, por lo tanto, podrán reconocer péptidos
ajenos. Esta restricción sin embargo, es parcial,
ya que se ha podido detectar la presencia de numerosos clones
linfocitarios autorreactivos en la periferia, los que son
mantenidos en estado de tolerancia inmunológica a
través de mecanismos tales como anergia clonal, bloqueo
de receptores y supresión.
En relación a linfocitos B, el proceso es diferente
ya que estas células no presentan restricción
genética y maduran en médula ósea.
Allí pueden contactar antígenos propios antes
de salir a colonizar órganos linfoides periféricos.
Se ha postulado que el contacto de la IgM de membrana con
el antígeno en una etapa de la maduración
previa a la aparición de la IgD de membrana, produce
una señal letal o inhibitoria en los linfocitos B.
Sin embargo, la deleción clonal es responsable de
la eliminación de un porcentaje relativamente bajo
de linfocitos B autorreactivos, los cuales persisten en
los órganos linfoides periféricos en el adulto.
Esto se comprueba al inyectar activadores policlonales como
endotoxinas bacterianas y encontrar en el suero numerosos
anticuerpos autorreactivos. Estos clones autorreactivos
son mantenidos tolerantes o en estado de anergia clonal
a través de mecanismos descritos como aborto clonal
y bloqueo de células efectoras..
Finalmente, las células B autorreactivas pueden ser
mantenidas en estado de tolerancia por acción de
linfocitos T supresores. Si bien la existencia de estos
linfocitos ha sido puesta en duda por diversos autores,
numerosos experimentos avalan su existencia.
Sin embargo, el carácter reversible de la tolerancia
inmunológica deja abierta la posibilidad de que ésta
se quiebre o se pierda, surgiendo entonces la autoinmunidad.
La otra alternativa de respuesta es la inmunogénica
(B), en la cual los linfocitos, al ser estimulados por el
antígeno en estado de inmunógeno, responden
proliferando, diferenciándose y originando respuestas
efectoras humorales o celulares.
Al igual que en la tolerancia, el que una respuesta sea
inmunogénica depende de factores propios del antígeno
y de las células que participan en ella. Los antígenos
complejos, especialmento protéicos, en concentraciones
medianas e incorporados al organismo por una vía
que permita su adecuado procesamiento, son en general, buenos
inmunógenos. Por otro lado, una respuesta inmunogénica
requiere de la presencia de los diferentes tipos celulares
y de las señales coestimuladoras por parte de citoquinas
a las que se ha hecho referencia en láminas anteriores.
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